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Emociona escuchar a Laura de Grinyo () hablar de sus piezas, de su inspiración, de la proporción áurea y de los fractales que la naturaleza esconde y que a ella le sirven de, que Loewe le propuso una colaboración que se vendió en Harrods, que la interiorista Isabel López-Quesada y su hija Isabel Yanza han querido tener sus obras en su plataforma Isita y que ha expuesto ya dos veces en la Semana del Diseño de Milán. Ladio, su casa, es un nombre griego, una palabra con la que se sintió inmediatamente identificada cuando la escuchó en una canción. «Es como mi, un seudónimo que me ha permitido englobar todas las maneras de expresar mi inquietud artística desde hace años», dice Laura. Todo empezó con un taller de alfarería que le regaló su hermana en el estudio más antiguo de la isla: Sa Teulera, con el maestro Adrián Ribas, junto al que se quedó un año de aprendiz. Allí encontró el ambiente idóneo para crear. Sin embargo, cuando llegó el confinamiento, «me ocurrió como a tantas personas: todo se paró, así que compré un horno y un torno y decidí centrarme en la cerámica», relata la artista, que se siente agradecida con la tradición y la artesanía de su tierra, la de los fenicios, etruscos y romanos que mancharon sus manos con las terracotas ibicencas: «Ese legado es parte de mi inspiración».