El rey Salomón edificó el Primer Templo (1200-586 a.C.) poco después de que el rey David conquistara Jerusalén y la convirtiera en la capital judía; cuando la tomó Nabucodonosor II (630-562 a.C.), gobernante de Babilonia, arrasó la edificación en el año 586 antes de la era cristiana y expulsó a los judíos a esta otra ciudad. Ciro, el emperador persa (600-530 a.C.), les permitió regresar a Jerusalén y edificar el Segundo Templo en Yehud Medinata.
Más tarde, ya bajo dominio del Imperio Romano, el pueblo judío se insurreccionó (70 d.C.), pero la revuelta fue sofocada en forma cruenta: el general romano y posterior emperador César Tito Flavio Vespasiano (39-81) destruyó la ciudad y el Segundo Templo. El Arco de Tito de la Vía Sacra, en Roma, conmemora el acontecimiento. En contraparte, esta devastación pervive con pesar en la memoria colectiva de la comunidad judía, en cuya tradición se le rememora con un día especial de ayuno (Tisha B'av).
El saqueo de Siracusa por los romanos (213-212 a.C.) es otro hecho histórico que, además del sometimiento, significó la destrucción y expoliación de bienes culturales griegos. Esta ciudad helenística