Hace 110 años, un escándalo de espionaje cimbró al Imperio Austrohúngaro: entre el 25 y el 31 de mayo de 1913 los periódicos de Austria, Hungría, Checoslovaquia y Alemania publicaron innumerables artículos sobre Alfred Redl, un reputado militar que desde octubre de 1912 era jefe del Estado Mayor del VIII Cuerpo del ejército habsbúrgico destacamentado en Praga.
La lealtad del coronel Redl al emperador Francisco José I y a la corona habsbúrgica se derrumbó cuando quedó el descubierto que, en realidad, se trataba de un espía que proporcionaba información estratégica a Francia, Italia y Rusia. En la primavera de ese año los servicios de inteligencia austriacos interceptaron en la Oficina Central de Correos de Viena dos cartas sospechosas con datos cifrados y dos billetes –uno de 6 mil coronas y otro de 8 mil–, lo cual era ilegal.
Las sospechas aumentan cuando los policías descubren que las cartas provienen de Rusia y que nadie acude a recogerlas, por lo que designan a dos agentes, quienes durante semanas vigilan discretamente las oficinas para descubrir al destinatario cuando éste vaya a recogerlas. Finalmente, la tarde del 24 de mayo, poco antes del cierre del correo, un misterioso personaje recoge los sobres y se marcha de prisa en un taxi. Ebinger y Steidler, los agentes encargados decon el comisario Schober y le informa sobre sus pesquisas.