La sequía en España adquiere otra dimensión cuando se tienen en cuenta los precedentes históricos. Entonces se observan tres cosas. La primera es que la aridez y la irregularidad de las precipitaciones llevan más de cien años con nosotros, como una especie de gran drama nacional que se transformó, muy pronto, en pugna regional. La segunda es que el impacto de la falta de precipitaciones no se entiende sin la espectacular expansión del regadío, que hoy consume el 80% de nuestros recursos hídricos, aunque representa menos del 3% del PIB. Y la tercera es que la historia de las grandes medidas contra la sequía es la historia de nuestra gestión del agua. Como recuerda Josep Joan Mateu, historiador de la Universitat de Lleida, España se consideró hasta finales del siglo xix como una especie de vergel por explotar.
Sin embargo, la crisis económica finisecular y la pérdida de las últimas colonias transformaron