Al principio de la década de los ochenta del siglo xx, el escándalo del Banco Ambrosiano y sus oscuras ramificaciones sacudió los cimientos del Vaticano, hasta el punto de que muchos católicos creyeron que el mal había encontrado acomodo dentro de sus herméticos límites. Su enmarañada trama es digna de una tragedia del Renacimiento.
«FRAILES NEGROS»
Eran las siete y media de la mañana del viernes 18 de junio de 1982 cuando un mensajero que trabajaba para el tabloide Daily Express y que se disponía a iniciar su jornada laboral en la City — el distrito financiero de Londres—distinguió un voluminoso objeto oscuro colgando del puente de Blackfriars sobre el Támesis. Sorprendido por aquella presencia que desde lejos no podía identificar, se acercó extrañado para cerciorarse de lo que veía. Fue entonces cuando descubrió aterrado que se trataba de un cuerpo humano, colgado por el cuello con una soga naranja, que se balanceaba sobre las aguas siempre turbias del río.
Cuando la policía llegó y rescató el cadáver bien trajeado, encontró en su registro tres pares de gafas de montura gruesa, dos valiosos relojes, 10 000 dólares en efectivo y algunos fajos de billetes de liras italianas, libras esterlinas, chelines austríacos y francos suizos, además de varias piedras metidas en los bolsillos de su chaqueta y pantalón. Llevaba encima un pasaporte a nombre de Gian Roberto Calvini, identidad falsa bajo la que se ocultaba Roberto Calvi, financiero considerado máximo responsable de la quiebra del Banco Ambrosiano, entidad que presidía. A primera vista, todo parecía indicar que se trataba de un suicidio. El 10 de junio Calvi había abandonado Roma con destino a Venecia. Se había afeitado su característico bigote para no ser reconocido y contrató un vuelo privado que le llevó hasta Londres, donde se le perdió la pista hasta su impactante y sobrecogedora aparición bajo el puente de Blackfriars. El lugar del macabro hallazgo no parece casual. La traducción literal al español del nombre por el que es conocida la infraestructura es «frailes negros», topónimo que también recibe el barrio de la City donde está situado y que deriva del priorato medieval de monjes que se estableció allí y que eran conocidos por lucir negros hábitos.
El banquero italiano que apareció colgado bajo uno de los arcos del puente era un destacado miembro de Propaganda Due (P2), la logia masónica de origen italiano que había extendido sus tentáculos por varios países latinoamericanos y que en Italia los «frailes negros». Este detalle hizo pensar a algunos investigadores en la posibilidad de un ajuste de cuentas escenificado que sirviera de advertencia para aquellos que estuvieran tentados de revelar ciertos secretos. Pero será mejor que no nos adelantemos a los acontecimientos.
