El origen de los suevos parece situarse en el noroeste de Europa, en donde se habrían asentado a partir del siglo i a. C. entre la orilla oriental del Rin y el curso alto y medio del Danubio. Allí los localizó Julio César cuando se enfrentó a una alianza entre aquellos y los grupos celtas de la Galia y allí continuarían en tiempos de Marco Aurelio, cuando sus tropas derrotaron a un conjunto muy diverso de pueblos germanos. Entre ellos también se encontraban los alanos y las dos grandes comunidades de vándalos: silingos, situados en torno al río Main y asdingos, en territorio de la actual Hungría.
A comienzos del año 406, varios de estos pueblos, entre ellos asdingos, silingos, alanos y suevos, formaron una alianza militar y se movilizaron hacia el Rin, posiblemente huyendo de la presencia de los hunos en la Europa oriental. Desde allí cruzaron la frontera del Imperio romano y se adentraron en la Galia, donde llevaron a cabo numerosos saqueos y ataques. Tras dos años de saqueos, la resistencia de las tropas romanas, en alianza con la población galorromana, fue mayor, obligando a estos pueblos a fijarse en un nuevo destino: Hispania.
LA LLEGADA DE SUEVOS Y ASDINGOS A LA GALLAECIA
En otoño del año 409 suevos, vándalos y alanos atravesaban los Pirineos para adentrarse en territorio peninsular sin apenas resistencia. Al igual que en la Galia, no tardaron en producirse conflictos entre los recién llegados y la población autóctona y durante los dos años siguientes se reprodujeron los saqueos. En el 411, estos pueblos se asentaban definitivamente en Hispania, repartiéndose para ello todas las provincias, salvo la Tarraconense, que seguía en manos del Imperio. El reparto, según nos indican las fuentes, se realizó por sorteo, si bien