El tren fue el medio de transporte más importante en España desde su desarrollo a finales del siglo xix hasta el estallido de la guerra civil en el año 1936. Durante el conflicto, su uso fue esencial para ambos bandos, ya que se utilizó para transportar materiales, mover a las tropas a zonas calientes y, por supuesto, abastecer a los soldados. Pero también permitió mantener la actividad industrial de algunos territorios. En medio de ese contexto, algunas de las estrategias militares de la época pusieron el foco en la realización de acciones de sabotaje cuyo objetivo no era más que el de interrumpir el normal funcionamiento de los convoyes. Una táctica efectiva que se aplicó en varios momentos del enfrentamiento.
Para el ejército republicano, de hecho, el ferrocarril fue un arma de la que valerse frente al ejército sublevado, mejor preparado. Parte de sus guerrillas trataron de sobrevivir ante las dificultades de materializar ofensivas a gran escala. Y, para ello, optaron por cortar las comunicaciones de sus enemigos desde todos los ámbitos. Las voladuras de puentes y los asaltos a vagones de trenes fueron acciones accesibles, ya que con escasos medios podrían provocar un gran