Luego de haber entrado a la cárcel a visitar a un familiar, al cual acompañó en su encierro con un proyecto pictórico, la historiadora de arte y artista plástica Lulú Sánchez Puig se propuso reproducir la experiencia con otros internos e impartir talleres. No con la idea de entretenimiento o terapia ocupacional, sino con el propósito de formar artistas contemporáneos que puedan vivir de su obra, tanto desde la cárcel como al momento de reintegrarse a la sociedad.
Iniciada en marzo de 2017 en el Reclusorio Preventivo Varonil Norte, y luego en la Penitenciaria Varonil de la Ciudad de México, su propuesta cumple ahora cinco años y desea seguir adelante, si bien dejó de recibir el apoyo de la Dirección General de Vinculación Cultural de la Secretaría de Cultura (SC) porque para ésta la reinserción social no es su propósito, sino ofrecer cursos cortos a la mayor cantidad de gente posible.
Para cumplir su programa, Sánchez, cuyo nombre es noruego pues al principio participó un artista liberado de Noruega, que lo sugirió, significa “hazaña colectiva”.