as fronteras entre el arte, la arqueología y la antropología son, a veces, difusas. Peor aún, pueden estar sujetas a prejuicios. Si una escultura es grecorromana y podemos atribuirla a Praxíteles, automáticamente encuentra su lugar en el olimpo de las obras maestras. Si es celtíbera, mesoamericana o procede de África central, corre un riesgo mayor de ser considerada artesanía o de ser apreciada, principalmente, por su valor arqueológico, por aquello que nos cuenta sobre una sociedad ya extinta, con sus gustos, sus valores, su religión o su orden social. Sin negar que, a veces, contemplamos la historia del arte a través de unas anticuadas gafas eurocentristas,. Los moáis de Rapa Nui, los bisontes de Altamira o los pantocrátor románicos nos hacen pensar en colectivos anónimos. Pero, en cuanto una pieza está firmada, emerge el mito del genio. Identificamos un estilo personal, un propósito individual, alguien a quien admirar e imitar.
EN BUSCA DEL FAVOR DE LOS DIOSES
Feb 15, 2023
4 minutos
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