BOGOTÁ.- Para quienes pensaban que el viraje en la región se traduciría en un impulso definitivo a la integración de América Latina, la VII Cumbre Presidencial de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) realizada el pasado martes 24 en Buenos Aires fue una decepción.
El cónclave, en el que Argentina, como presidente pro témpore de la Celac, esperaba promover el fortalecimiento institucional de ese foro, culminó con una declaración de buenos propósitos en la que fueron omitidos temas cruciales de la coyuntura regional, como la crisis peruana, y además quedaron claras las diferencias entre los presidentes izquierdistas del área.
El mandatario chileno, Gabriel Boric, una figura del nuevo progresismo latinoamericano, pidió pronunciamientos conjuntos para condenar la dura represión desatada por la presidenta peruana Dina Boluarte contra las protestas sociales, para exigir la liberación de presos políticos en Nicaragua y para garantizar elecciones libres en Venezuela en 2024.
Pero esos asuntos ni siquiera fueron abordados por falta de consenso y quedaron fuera de la , un documento de 28 cuartillas y 111 puntos plagado de las tibias generalidades –“celebramos”, “reiteramos”, “saludamos”– que han dicho desde los noventa