Los que tengan cierta edad recordarán aquella canción pegadiza que anunciaba un programa de cocina: “Siempre que vuelves a casa, me pillas en la cocina, embadurnada de harina, con las manos en la masa…”. Hablamos de los ochenta, y el programa era Con las manos en la masa, cuando no era raro ver a alguien cocinando, durante horas y horas, en el hogar. Tradicionalmente una mujer, nuestras abuelas y nuestras madres, una figura femenina que no trabajaba fuera de casa y disponía del tiempo necesario para hacer un guiso cada día (lo del batch cooking es una tendencia de ahora): unas legumbres, un arroz, un guiso de carne… Bien en cazuelas de toda la vida o en ollas exprés, que vinieron a añadir rapidez a esa forma de guisar —aunque no fuesen del gusto de muchas de esas guisanderas, precisamente, por hacer en menos tiempo lo que requería de horas de cocción— cada día había un plato casero y recién cocinado en la mesa. Había hasta tiempo de ir al mercado a comprar los ingredientes frescos. Todo un lujo.
Aunque en la pandemia nos dedicamos a cocinar y a hacer pasteles, cada vez cocinamos menos en casa, sobre todo en las ciudades. El ritmo de vida, el trabajo, los niños… merman nuestro tiempo para cocinar y solemos hacerlo durante los fines de semana. Eso, si nos gusta cocinar. Si no, nos apañamos como buenamente podemos comiendo fuera, pidiendo comida a domicilio, etc.
De ese ritmo frenético de vida que sufrimos se ha beneficiado el sector de la comida a domicilio, que ha visto sus ventas aumentar. Muchos son también los supermercados que ofrecen ya platos preparados. Y es que no son pocas las voces que. Lo que nos lleva a plantearnos si en las viviendas del futuro habrá o no cocina, ¿tendremos quizás un gimnasio en el espacio que hoy ocupan el frigorífico y el fregadero?
