El papel de las mujeres españolas durante la Segunda Guerra Mundial no fue meramente testimonial. Su contribución fue muy destacada en la vertebración de las zonas de conflicto, sobre todo en el bando aliado. Participaron en la retaguardia en muchas batallas, ayudaron en las comunicaciones y estuvieron en primera línea en los cuidados sanitarios de los guerrilleros heridos en combate. En medio de la incertidumbre de una contienda de alcance internacional, muchas de ellas tuvieron unas vivencias increíbles, de lucha constante y de enorme dolor. En algunos casos sufrieron los horrores de los campos de concentración nazis, pero algunas pudieron sobrevivir.
El contexto de la época no fue el más propicio para desarrollar la vida cómoda a la que aspiraban. De un golpe militar en su tierra natal del que tuvieron que huir, pasaron a un conflicto a escala internacional del que no pudieron escapar. El dictador Francisco Franco prometió que acogería con garantías a familias republicanas, pero muchas de ellas no le creyeron y huyeron de la represión en los siguientes años. Procedentes de todas las regiones y con acompañantes heridos, buscaron una salida más allá de los Pirineos, pero su exilio tras el final de la Guerra Civil en 1939 se convirtió en un auténtico laberinto. Tuvieron que sobrevivir como pudieron, yendo de un sitio a otro, trabajando en la clandestinidad. Las mujeres fueron las peor paradas: sufrieron en sus propias carnes el terror y las duras condiciones de un país sometido a la inestabilidad política y social.
En esos primeros meses, Francia recibió un torrente de refugiados, más de 500 000 republicanos españoles, según algunas estimaciones.