Sobre nuestros hombros descansa todo un Universo que rige nuestros pensamientos, nuestras sensaciones, nuestras actitudes… Es el cerebro que, como el Universo, todavía encierra numerosos enigmas que no han sido desentrañados por los científicos. De lo poco que sabemos, podemos describir el cerebro como una masa gelatinosa de materia gris de un kilo y medio de peso, que está integrada por entre 85 y 100 mil millones de neuronas. Estas neuronas están interconectadas a través de una auténtica autopista de redes. Teniendo en cuenta que cada neurona se conecta con otras mil (algunos autores elevan esta cifra a diez mil), la cifra de conexiones (léase sinapsis) se multiplica hasta los cien o quinientos billones…
Pero, ¿cómo se comunica esta telaraña de neuronas? No fue hasta hace ahora cien años que se descubrieron los “mensajeros químicos” que viajan a través de estas autopistas neuronales: los neurotransmisores. Una mayor o menor cantidad en el flujo de estos neurotransmisores puede determinar que nos sintamos felices, que nos encontremos deprimidos, o que seamos incapaces de “desengancharnos” de una adicción.
¿MENSAJEROS DEL PENSAMIENTO?
El descubrimiento de los mensajeros de nuestro cerebro se inició hace ahora un siglo. Hasta entonces, la comunicación entre neuronas representaba una incógnita para la comunidad científica, que se dividía entre quienes pensaban que esta se transmitía a través de impulsos eléctricos y los que –como – sugerían la existencia de una sustancia química. Aunque la balanza se desequilibró a favor de estos últimos, ambas posturas tenían parte de razón.