NO ES COMÚN VER A UN DIRECTOR DE MUSEO con ropa de camuflaje y botas de combate en un día normal de trabajo, pero el supervisor general Atef Moftah no es un directivo convencional, y el Gran Museo Egipcio tampoco es como los demás. Desde la distancia, el GEM -como se le conoce- es vasto y postmoderno, y tan inmenso que es difícil de asimilar. Su silueta es prominente: parece la proa de un buque enorme que encalló en el desierto. De cerca, el exterior está cubierto con motivos de pirámides que hacen referencia a las edificaciones de Guiza, ubicada a menos de un kilómetro y medio. El diseño podría desorientar, pero el mensaje es claro: este museo es digno de un faraón.
El general Motfah es ingeniero de formación. Es compacto y de postura erguida, lleva un corte militar, camina rápido y se le ve decidido, aunque su expresión amable no corresponde con el estereotipo de un líder militar. Tampoco su semblante tranquilo debido a la presión a la que está sujeto.
El GEM es un proyecto importante del gobierno egipcio, una empresa monumental que comenzó hace 20 años y que, debido a las