Martiño Rivas la tiene pequeña... la ambición por convertirse en un actor estrella de los que exhiben el ego erecto en redes sociales. Diminuta. Apenas se le ve la cara en su Instagram, copado por fotos de techos de teatros. “Es que los teatros, junto a los barcos, son las creaciones humanas más bonitas”, dice casi sin ironía, aunque sí con un poso de fragilidad e inquietud sobre lo que le provoca su exposición pública.
Es una reflexión quebradiza que le acosa desde aquel fenómeno fan de hace casi 15 años. Yo estaba en aquellas ruedas de prensa en Antena 3 y recuerdo que los periodistas nos abalanzábamos sobre Ana de Armas (“Lo que ha conseguido es algo inédito, admirable”, dice con cariño genuino), sobre Blanca Suárez y sobre un Martiño que no ocultaba su incomodidad ante preguntas tipo “cómo te gustan