“Es la primera y la última entrevista que doy con mi hijo”, me dijo Graciela cuando llegamos a su estudio. “Solo porque insististe mucho”, dijo muy amable y sonriente, y conforme fuimos avanzando estaba más alegre aún, recordando los mejores momentos que ha tenido en su carrera y al lado de su hijo, el arquitecto Mauricio Rocha, quien heredó algo más que la vena creativa de su madre, un ímpetu y un amor al trabajo, que han dado como resultado, una familia de artistas muy exitosos. En su estudio de tres pisos, rodeados de ladrillo y con una luz espectacular que alumbra cada una de las piezas que Graciela ha acumulado alrededor de tantos años de carrera y viajes que ha realizado por trabajo, comenzamos la entrevista. Es oportuno mencionar que los retratos no le hacen justicia a la increíble relación de complicidad y amor que tienen madre e hijo.
MAURICIO, ¿CÓMO RECUERDAS TU INFANCIA?
Para mí, fue muy importante crecer dentro del mundo creativo e intelectual de mis padres, que vivieron juntos hasta que yo cumplí seis años de edad, después se separaron, y