El agua que bebemos o el oxígeno que respiramos son solo dos de las cosas que nos da. La lluvia, la misma que hace correr los ríos, llena los embalses y riega los campos, proviene de la evaporación de agua marina. Además, el océano absorbe alrededor de un 30 % del dióxido de carbono generado por nuestra civilización. También provee alimento para 3200 millones de personas en todo el mundo, según Naciones Unidas. Y alberga entre el 60 % y el 80 % de todos los seres vivos del planeta. «Todas las especies marinas tienen un papel especial en los ciclos del agua y del carbono. Es la razón por la que se considera el ecosistema más grande del planeta», nos recuerda la bióloga Angelika Brandt, una autoridad mundial en biodiversidad del océano profundo en el Antártico y el Atlántico, directora del departamento de Zoología Marina en el Instituto de Investigación Senckenberg (Alemania) y organizadora de varias expediciones científicas a las aguas del polo sur.
Sin embargo, a los que vivimos en el ajetreo cotidiano, se nos olvida que la clave de la vida está en el océano. Si es tan importante, ¿por qué no lo cuidamos? «Ha habido un cambio muy grande y muy rápido en pocos años. Es lo que más llama la atención de las últimas investigaciones sobre la salud de nuestros mares. Estamos siendo testigos de una gran pérdida de hábitats», confía a MUY la bióloga Elva Escobar, investigadora en el área de, con misiones como reducir la basura marina entre un 50 % y un 90 %.