Líquido a temperatura ambiente y de un vistoso color plateado, el mercurio fascinó a los médicos de las antiguas civilizaciones. Los egipcios, por ejemplo, elaboraban con este metal pesado un antiséptico para aplicar con fricciones, pero también administrable por vía oral y rectal. Además de este ingrediente, del que se han hallado trazas en sepulcros desde mediados del ii milenio a. C., el preparado contenía zumo de limón, mantequilla de cerdo, ceniza y aceite, y debía frotarse siete veces por el torso para que hiciese efecto.
Más tarde, los persas y los griegos emplearon también el mercurio en pomadas supuestamente curativas, reparadoras o preservativas. Los segundos, seducidos por su aspecto como de metal siempre derretido, lo llamaron hydrargyros, es decir, aguaplata. De este nombre heleno viene el Hg con que lo designa la tabla periódica de los elementos.
En cambio, correspondió a la