LOS FRENTES TURBULENTOS QUE AFECTAN A LOS NEGOCIOS INTERNACIONALES
El comercio internacional no es una ciencia exacta. Pero eso no quita que haya postulados indiscutidos y premisas básicas consensuadas que no tienen mayor complejidad. Una de ellas es que el comercio es de doble vía, es una moneda con dos caras: las exportaciones y las importaciones. El equilibrio contempla ambas corrientes. Y uno de aquellos consensos indica que para venderle al mundo también hay que comprarle.
Ni el mercado argentino es suficiente para absorber la capacidad productiva de, por ejemplo, los agroalimentos –y por eso la exportación es la vía natural e incentivo suficiente para aumentar todavía más la producción– ni tampoco produce todo el abanico tecnológico necesario para industrializar o agregar valor a cualquier producción, por lo que es necesario salir a buscarlo e importarlo.
Lo peor que le puede pasar a este círculo virtuoso de escalar mercados a través de las ventas externas e incorporación de tecnología por medio de las compras es pasarle el tamiz de la ideología política, donde “exportar es bueno e importar es malo”.
“Es imposible exportar si no importamos más. Es una relación directa. Podemos sustituir importaciones, pero hasta cierto punto. Y, si bien lo ideal es tener una balanza comercial superavitaria, mejor aún es
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