EL ORIGEN DE TODO ESTO
AQUEL AFICIONADO QUE SE ACERQUE AL CINE como mero espectador, sin más conocimientos que los derivados del disfrute momentáneo de cada película, sin manejar nombres, fechas o trayectorias, puede que, legítimamente, se esté preguntando de qué Kenneth Branagh hablamos. ¿Del director que en los años 90 se ganó un merecido respeto por su maestría, y también arrojo, para llevar al cine algunas de las obras más emblemáticas de Shakespeare? ¿De quien conmovió a toda una generación aún apabullada por el sida y sus consecuencias en ¿Del que de repente se adentró en los no siempre estables caminos de los superhéroes ¿Del que se pone en la piel del detective sueco autodestructivo imaginado por el escritor Henning Mankell en la serie o en la del deductivo Poirot para desentrañar los crímenes de Agatha Christie? ¿O quizás del que aprovecha una vis cómica innegable para ponerse a las órdenes de Woody Allen en Curioso, por cierto –merece la pena este inciso–, cómo le invitó el director estadounidense a sumarse al proyecto. “Por favor, lea el guión adjunto y fíjese en el papel de Lee Simon –comenzaba diciendo la carta que Allen le envió y que el propio Brenagh recordaba entre risas, hace años, en una charla ante la Academia Británica del Cine y la Televisión (BAFTA)–. Cuando lo escribí pensé que solo había un actor que podía interpretarlo, Alec Baldwin, pero no está disponible. Entonces pensé en Mel Gibson, pero al final decidí que usted podía ser la elección más correcta porque Lee Simon es, esencialmente, un perdedor”.
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