De William Shakespeare a Agatha Christie pasando por Frankenstein. Es el viaje como adaptador de Kenneth Branagh en su doble carrera como director y actor, un dinámico ballet delante y detrás de la cámara que le ha llevado a ser uno de los más destacados y elegantes cineastas del cine contemporáneo.
En Branagh no se produce el perverso desdoblamiento/enfrentamiento, esa disociación director/actor estilo doctor Jekyll y míster Hyde que (1989), (1993), (1996), (2000), (2006), o esa especie de confesión de su forma de entenderse con el Bardo que es (1995).