Asturias SOBERANA
Al producirse la sublevación de julio de 1936, la autoridad republicana establecida se resintió y surgieron diversas estructuras de poder a escala local. Entre los lugares que permanecieron al lado de la República figuró Asturias, con la excepción de Oviedo, donde el coronel Aranda secundó el golpe. Pese a un asedio de tres meses y varias ofensivas, logró retener esta población hasta el final de la guerra, extremo facilitado por la vía de comunicación con Galicia que supuso el “pasillo de Grao”. Habían pecado de optimistas los milicianos que, una y otra vez, aseguraron que pronto tomarían café en Oviedo. Recuperar la capital asturiana se convirtió en una obsesión, como después recordaría Julián Zugazagoitia, ministro de la Gobernación con Negrín: “Fue para nosotros, con resultado diferente, lo que el Alcázar de Toledo para las tropas rebeldes”.
Entretanto, en Gijón se había sumado al levantamiento el cuartel de Simancas, pero se rindió al cabo de un mes. Así que esta villa cantábrica fue la que terminó ejerciendo como sede de las autoridades republicanas. Inicialmente, el poder en Asturias fue asumido por diferentes comités locales, que en pocas semanas quedaron reducidos a una sola entidad: el Comité Provincial del Frente Popular. Lo presidía Belarmino Tomás, un dirigente socialista que
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