Tracee Ellis ROSS
hay un meme de Tracee Ellis Ross que se ve con frecuencia en las redes sociales. Está en una piscina, apoyada en una de las paredes, glamurosa a rabiar. Con un prometedor cielo azul detrás de ella y el pelo peinado hacia atrás, sujeta un vaso de líquido cristalino brindando lánguidamente con la cámara. Es una representación visual de muchas cosas: un faro de naturalidad, sofisticación, estilo; un icono de la estética de la tía rica y, por tanto, una celebración de una mujer que vive tanto para sus propios intereses y deseos como para crear una sensación de familia con aquellos que ella elige.Todos los indicios que hablan de una mujer que se ha labrado una buena vida a sí misma. «Me parece algo halagüeño –me dice–. Pero [las redes sociales] pueden dar algo de miedo». A Ross, que cumplió 49 años en octubre, se le dan increíblemente bien, subiendo fotos antiguas de fabulosos looks de cuando tenía veintipocos junto a ocurrentes comentarios sobre los rituales diarios de una actriz en activo. «Para mí se trata de compartir. No manipulo cosas para Internet. Siempre he sido esa persona.Solía volver loca a mi hermana porque no paraba de hacerme mis propias minisesiones de fotos»,cuenta.
El personaje que muestra Ross en las redes es de una elusiva actitud: despreocupación. Es una perspectiva aspiracional que, en el contexto que se le da en cierto sector de la cultura afroamericana, se refiere en especial a un género
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