Cómo este mexicano se convirtió en alcalde en un bastión de Trump en Illinois
ARCOLA, Ill. — A Jesús Garza le sudaban las palmas de las manos mientras subía su fornido cuerpo al volante de un Jeep Gladiator verde para ocupar su puesto en la cabecera del 50º desfile anual del Broomcorn Festival.
En los 28 años transcurridos desde que dejó México para trabajar en una fábrica de escobas en esta pequeña ciudad del centro de Illinois, Garza siempre asistió al festival local, pero nunca participó en el desfile, y mucho menos en la cabecera como alcalde del pueblo.
Su ansiedad pronto dio paso a la alegría. Los residentes que se agolpaban a lo largo de las calles de ladrillo de Arcola vitoreaban, aplaudían y gritaban "¡Jesús!" y "¡Señor Alcalde!", mientras Garza lanzaba alegremente dulces mientras contenía las lágrimas.
"Nunca esperé que la gente respondiera así. Eso me conmueve, mucho", dijo después Garza emocionado mientras estaba en el taller de reparación de automóviles que posee en la ciudad.
"Desde el día que llegué aquí, los amigos de mi padre, del lado estadounidense, querían hablar conmigo todos los días aunque no hablara nada de inglés. Me invitaron a formar parte de la comunidad, a trabajar en sus coches", dijo. "Pasar de eso a que todo el mundo me aclame hoy es muy especial. Me encanta esta ciudad".
El ascenso de Garza, que pasó de ser un trabajador de una fábrica y un mecánico de coches inmigrante a alcalde, es una historia extraordinaria, y su elección en una ciudad del Medio Oeste, predominantemente blanca y conservadora, ilustra el nivel de desconexión entre las actitudes locales sobre la inmigración y la narrativa política nacional sobre el divisivo tema.
Garza, de 51 años, asumió el cargo en mayo como un novato político mexicanoamericano en una ciudad llena de partidarios del ex presidente republicano Donald Trump, un político nativista bien conocido por su fuerte crítica hacia los inmigrantes, desde permitir que los niños sean separados de sus padres en la frontera sur hasta retratar ampliamente a los inmigrantes mexicanos como criminales.
En las entrevistas realizadas a lo largo de la ruta del desfile el mes pasado, los votantes de Arcola prometieron una y otra vez su lealtad a la retórica de Trump sobre la inmigración, al tiempo que elogiaban a Garza. A algunos les costaba conciliar las dos posturas, como si estuviera bien apoyar a un inmigrante mexicano que había hecho el bien por su ciudad, pero fuera un paso demasiado lejos apoyar políticas que permitieran a otros desconocidos perseguir sueños americanos similares.
Bill Anderson, un maderero jubilado,
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