LA SECTA QUE PROVOCÓ LA GUERRA DE IRAK
Medios de comunicación tan poco dados a la «conspiranoia» como The Washington Post o The New York Times identificaron, en la época de la presidencia de George Bush hijo, a los verdaderos ideólogos de las guerras de Afganistán e Irak como miembros de la «secta straussiana». Los nombres que pusieron sobre la mesa estos medios eran los siguientes: Dick Cheney, vicepresidente de EE UU; Lewis Lilly, su antiguo jefe de personal; Donald Rumsfeld (1923-2021), secretario de Defensa; Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa con Rumsfeld y luego presidente del Banco Mundial; Richard Perle, principal consejero de Defensa del presidente Bush y de Rumsfeld; y Abram Shulsky, director de la Oficina de Planes Especiales: un servicio secreto paralelo creado por Rumsfeld para servir a los intereses de los straussianos.
Ahora bien, en ocasiones en EE UU influyen más en cuestiones estratégicas y políticas algunos grupos de presión o think tanks que el propio Gobierno. Y aquí los straussianos se hicieron un hueco importante. Así, Gary Schmitt, que fue alto cargo del Proyecto Nuevo Siglo Americano (PNAC)–la organización que «diseñó» la política exterior de la Administración Bush–, es un reco nocido straussiano. De hecho, escribió junto a Abram Shulsky un capítulo titulado Leo Strauss y el mundo de la inteligencia, incluido en el volumen Strauss, los straussianos y el estudio del régimen americano.
En el referido texto, Shulsky y Schmitt proponían refundar los servicios secretos estadounidenses sobre las bases del pensamiento de Leo Strauss. Consideraban que, de acuerdo a las tesis de su filósofo de cabecera, las agencias de espionaje debían tener en cuenta que el engaño es la norma política. Por lo tanto, los servicios secretos debían centrarse en ofrecer informaciones, manipuladas o no, con el fin de reforzar las estrategias gubernamentales.
TONELADAS DE MENTIRAS
Precisamente, la razón fundamental por la que Donald Rumsfeld puso en marcha la Oficina de Planes Especiales, dirigida por Shulsky, fue buscar «excusas» creíbles para relacionar a Sadam Huseín con Bin Laden–cuando en verdad se
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