Revistas científicas y medios de comunicación de masas repiten sin cesar que en la genética está el futuro de la medicina. Pero en realidad este campo de investigación ha quedado superado antes de que haya ofrecido sus primeros frutos terapéuticos. Por otra parte, la genética deja un legado de ideas y tecnologías – como la transgenia– que, cuando no son erróneas, son peligrosas. Una nueva ciencia, la epigenética, está descubriendo procesos que gobiernan el funcionamiento del organismo y que están por encima de los genes, y revela también la importancia de las influencias ambientales sobre nuestro estado de salud y el proceso de la enfermedad.
EL HALLAZGO
James Watson y Francis Crick descubrieron en 1953 la estructura en doble hélice del ADN, que inmediatamente fue bautizada como «el libro de la vida». Desde entonces, se ha creído que los genes, «limpios de polvo y paja», lo deciden todo y que basta encontrar el gen culpable para diseñar el tratamiento de cada enfermedad.
Esta creencia, nunca demostrada, está detrás del Proyecto Genoma Humano, que se presentaba como el gran reto para la salud del ser humano del futuro. Se creía que el genoma podía contener unos 100.000 genes, una cifra que parecía digna de la complejidad humana, pero posee 30.000, sólo unos cuantos más que un ratón. Sin embargo, no se comprendió que lo que ocurre en el organismo tiene que ver no sólo con los genes, sino con todo lo que hay a su alrededor.
Se descubrió la punta del iceberg, pero los especialistas la confundieron con el todo. Ahora se comienza a vislumbrar que, debajo, existe una enorme masa oculta donde tienen lugar procesos