A MERCED DE LAS OLAS COLOSALES
Las paredes de agua, que pueden medir hasta 30 metros de altura, han hundido, al menos, 22 superpetroleros entre 1969 y 1994
“iDios mío, viene a por nosotros, ya nos tiene!”. Cuando el explorador Ernest Shackleton dijo estas palabras en la Antártida en 1916, su barco Endurance ya había sido atrapado por el hielo, aplastado y finalmente hundido. Mientras remaba desesperadamente hacia la isla de Georgia del Sur con una pequeña tripulación a bordo de un bote salvavidas, Shackleton vio venir hacia ellos otro desastre: una ola gigantesca. “En mis veintiséis años de experiencia en los océanos en todos sus estados de ánimo, nunca había visto una ola semejante. Fue como si el océano entero se agitara. Era una sensación muy distinta a la de enfrentarse a los grandes casquetes blancos de los icebergs que habían sido nuestros incansables enemigos durante muchos días. Pero, milagrosamente, el bote resistió”, escribió después.
Olas monstruosas como la de Shackleton abundan en los relatos de los marineros, que suelen ser recibidos con escepticismo en tierra firme. Sin embargo, cuando un gigantesco muro de agua se estrelló contra la plataforma petrolera Draupner en el mar del Norte el 1 de enero de 1995, la ciencia por fin les hizo caso. Por primera vez, se pudo filmar una ola rebelde o vagabunda. Fue bautizada como la Ola de Año Nuevo:
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