UN ESCENARIO HISTÓRICO
La transición entre Trump y Biden ha sido aparatosa. A la profunda antipatía personal entre los dos líderes se ha sumado la resistencia del republicano a compartir informes importantes de inteligencia con su sucesor, en medio de una crisis pandémica devastadora, la voluntad de seguir tomando decisiones trascendentales sin consensuarlas y, finalmente, la propagación de teorías conspiranoicas que niegan la validez de los resultados electorales
Otra circunstancia que ha vuelto singularmente tóxica la transición (y la investidura presidencial) es que el candidato derrotado quiere liderar el Partido Republicano y, por lo tanto, la oposición contra Biden. No le va a resultar fácil, desde luego, pero, en un período de mayorías tan ajustadas, sí que puede llevar a muchos candidatos conservadores a sufrir derrotas por la mínima frente a sus rivales. Si algo aprendió el Partido Demócrata en 2016 y 2020, es que concurrir dividido a los sufragios es
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