ESTADOS UNIDOS CAMPAÑAS SALVAJES
PERIODISTA
El presidente Donald Trump y su rival Joe Biden han intercambiado unas cuantas lindezas durante esta campaña: “tonto”, “perdedor”, “mentiroso”, “payaso”, “una amenaza para el país”… Al escuchar estos insultos, uno puede tener la tentación de pensar que EE. UU. nunca ha vivido unas elecciones con tanta tensión, pero eso está muy lejos de ser cierto. George Washington ganó las dos primeras presidenciales sin casi oposición, pero desde entonces las campañas han sido guerras sin cuartel.
En 1800, los candidatos se acusaron mutuamente de falta de masculinidad, ateísmo y traición, y uno de los perdedores mató en un duelo a pistola al político a quien culpaba de su derrota. A lo largo del xix dijeron del futuro presidente Martin Van Buren que se ponía “corsés como las mujeres de ciudad”, y a Abraham Lincoln lo acusaron de ser un borracho, pero de forma menos espectacular que al presidente Rutherford B. Hayes, de quien se afirmó que había disparado a su madre después de una juerga.
Los candidatos presidenciales siempre han preferido dejar los ataques más salvajes en manos de sus lugartenientes para no mancharse las manos, pero casi todos han sufrido en sus carnes los excesos de la batalla electoral. Algunos incluso literalmente… El expresidente Teddy Roosevelt recibió un disparo en 1912 mientras hacía campaña para recuperar el cargo. Sin alterarse, se abrió la camisa para mostrarle al público la herida y siguió pronunciando su discurso durante hora y media.
Los insultos, las trampas y los rumores maliciosos no son una invención moderna, aunque es cierto que algunas de las campañas presidenciales más agresivas de la historia de EE. UU.
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