NUNCA MIRO HACIA ATRÁS
En LA GALERÍA KETTLE’S YARD, Cambridge, se encuentra –aislada y recostada sobre un piano– Prometheus, una cabeza de mármol realizada por Constantin Brancusi y la única pieza de arte que Eddie Redmayne (Londres, 1982) salvaría de una posible destrucción masiva. Me lo comenta saliendo del set de rodaje de la tercera entrega de Animales fantásticos, en los primeros días de un otoño que, intuimos, nunca olvidaremos. Comienza a anochecer mientras el actor asiente serio: “Prometo dar lo mejor de mí en esta entrevista”.
Eddie Redmayne se hizo a sí mismo en el teatro a pesar de que algunas voces le avisaron que no podría sobrevivir en él. “Muchas personas se encargaron de decirme que nunca funcionaría, que solo lo logran casos extraordinarios y que no podría vivir de esto profesionalmente”. Hasta su padre llegó un día a su casa con una lista de estadísticas sobre jóvenes actores en paro. Redmayne, que es bastante modesto, educado y divertido, añade: “Pero disfrutaba
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