Sin dinero, amenazados y escondidos
Sofía se maquilla todos los días para estar en su habitación. Las horas pasan entre el celular y la televisión. La comida está en desechables sobre el tocador. También las galletas y el pan blanco, junto a la crema corporal y la plancha alaciadora de cabello.
La ropa está doblada sobre una maleta, también cuelga de repisas. Ella y su abuela están confinadas desde hace 160 días en un cuarto de hotel de seis metros cuadrados en la Ciudad de México, pero no por la pandemia, sino porque fueron secuestradas, están amenazadas y huyeron de su país, Honduras.
Como Sofía –cuyo nombre fue cambiado por seguridad–, muchos de los huéspedes de este hotel de la Ciudad de México son migrantes que buscan la condición de refugiados. Durante los meses de aislamiento social por el virus SARS-CoV-2 la vida se detuvo para la mayoría de la población mundial, pero no para los desplazados de la violencia en
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