REPENSANDO REPENSANDO LA GRAVEDAD LA GRAVEDAD
Aunos 384400 kilómetros de la Tierra, la Luna se desliza silenciosa por el espacio. Sabemos dónde se encuentra en cada momento y qué camino seguirá mientras orbita nuestro planeta, con un margen de error ridículamente pequeño. Para ser más exactos, todavía tendríamos que considerar detalles de la distribución de la masa terrestre tan sutiles como el volumen de las hojas que crecen en la primavera en un hemisferio mientras se marchitan en el otro. Las leyes de la gravedad rigen la trayectoria lunar, y la precisión con que las conocemos se debe a las ecuaciones de la relatividad general, formuladas por Einstein hace poco más de un siglo y que también pueden aplicarse al Sistema Solar y a distancias que van mucho más allá.
Nuestro conocimiento de la gravedad es uno de los logros más impresionantes de la especie humana. Sin embargo, tenemos un gran problema. La relatividad general no encaja con la teoría cuántica, nuestro intento de comprender la realidad más exitoso hasta la fecha. Además, el universo se expande a un ritmo creciente que no concuerda con la naturaleza atractiva de la gravedad. Somos capaces de predecir los movimientos de la Luna, pero cuando se trata de explicar el cosmos nos falta algo.
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