Glorificados
TODA UNA VIDA
Rozando las dos de la madrugada, tan agotados como pletóricos, llegaban a la sala de prensa coronados. Cuatro décadas, ocho películas, algunos ruidos de ensamblaje y muchas más mieles que hieles por el camino. Casi una vida, con y sin océano por medio. No hedecía un Banderas feliz que contagiaba la emoción (lágrimas tras las gafas oscuras del cineasta; indisimuladas las de Sbaraglia). A la mañana siguiente, tres años después de su infarto, lo esperaba otra función en su teatro malagueño, el Soho CaixaBank, antes de presentar en Barcelona el inicio de gira de su y de volar a Nueva York para empujar su candidatura al Oscar como Mejor Actor Protagonista por encarnar los fantasmas del propio cineasta, el miedo a la soledad y al dolor. La Academia les había escamoteado en demasiadas ocasiones el Goya a ambos. Pero siete (Película, Dirección, Guion y más) de 16 fue un glorioso saldo. Y su tándem, sin duda, lo más emocionante de la (eterna) noche.
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