ASÍ PODRÍA HABER FRACASADO GUTENBERG
PERIODISTA
Vivimos en tiempos muy marcados por la influencia huracanada del determinismo tecnológico. Por eso resulta tan fácil asumir que las nuevas tecnologías se imponen a las viejas, que las grandes innovaciones desatan por sí solas cambios radicales (son revolucionarias) y que el éxito de los inventos más extraordinarios debe atribuirse, sobre todo, a la genialidad de los inventores. En consecuencia, los grandes innovadores se funden con sus creaciones en un extraño magma que parece predestinado a hacer historia, y su éxito se vuelve inevitable.
Por supuesto, casi nunca lo es, y un buen ejemplo de ello lo encontramos en la Biblia de Gutenberg, la gran obra producida por la primera imprenta moderna de Occidente, alrededor de 1455, en la ciudad germánica de Maguncia. Fue un asombro técnico que subrayó y encarnó la novedad de esta nueva máquina de impresión con tipos móviles metálicos. Aquellas Biblias –se crearon unas 180 en total, de las que se conservan 49– resultaban impresionantes. Pesaban
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