BOCADOS DE NORMALIDAD
Los foodies contemporáneos comprenden hoy a aquellos aristócratas romanos que se refugiaban en sus villas de las afueras, huyendo de la peste antonina que asoló Roma en el siglo II. Allí mitigaban el hambre y la angustia devorando los platos que describe Apicio en su Ars Magirica, como el pollo de Heliogábalo o las salchichas de ostras. A falta de un aparato de lujo y servidumbre que nos permita esa huida hedonista, tendremos que esperar a que el planeta gastronómico se ponga en marcha de nuevo, con dificultades pero atisbando el final del túnel.
NUEVAS COSTUMBRES
Las voces más catastrofistas han presagiado “el peor verano de la historia”. Y el otoño se perfila con sombras adicionales. La hostelería será uno de los sectores que más sufra los estragos de la crisis suscitada por el coronavirus.
Una manera de paliarlos será la adopción de estrictas pautas de seguridad diseñadas para afrontar la reapertura de restaurantes. La sala será mucho más importante en la Nueva Normalidad, con aforos limitados y manteniendo la distancia. Lavados de manos, refuerzo de limpieza y desinfección… Los protocolos de higiene abarcarán no sólo barra y cocina, sino todo el establecimiento, incluyendo el aire acondicionado, favoreciendo la ventilación natural. Las mesas estarán lo más desnudas posibles (fuera aceiteras o palilleros), se evitarán las cartas físicas y se favorecerá el pago con tarjeta o a través de
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