RESIDENTE PRIVILEGIADA
PERIODISTA
María Casares no le tenía miedo a nada y apostaba siempre por la vida. Fue una “residente privilegiada” en Francia y “nació” en un teatro parisino cuando contaba veinte años. Estaba hecha de espuma atlántica y tierra gallega. Su mirada felina atravesó guerras y exilios hasta colarse en el imaginario colectivo de millones de franceses, ocupando portadas de revistas y carteleras en teatros y cines. Vivió su “gran encuentro”, pasional y clandestino, con el existencialista Albert Camus, una relación mecida entre la paciencia y el deseo. Una mujer libre, símbolo de los exiliados republicanos, que solo volvió a España tras la muerte de Franco, para brillar con una obra de Rafael Alberti.
“Mi patria
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