CIENTÍFICOS EN CONTACTO CON SERES DE OTROS MUNDOS
En la historia de la ciencia moderna, algunos de los sabios más sobresalientes han pecado de una humildad extrema quitándose el mérito de sus descubrimientos. Lo curioso es que, lejos de tratarse de un gesto de más o menos falsa modestia, en muchas ocasiones estaban absolutamente convencidos de que ellos no habían sido los verdaderos artífices. Tenían la certidumbre de que tales ideas les habían sido transmitidas por habitantes invisibles de otros mundos. Uno de los ejemplos más conocidos es el de Emanuel Swedenborg, erudito sueco del siglo XVIII que se creía en permanente comunicación con los ángeles, a quienes atribuía las teorías vertidas en sus principales libros. Sin embargo, también en la actualidad nos encontramos con casos similares.
El indio Srinivasa Aiyangar Ramanujan ha sido uno de los matemáticos más brillantes. A pesar de que murió prematuramente a la edad de 35 años, dejó para la posteridad 37 artículos publicados, un puñado de cartas, varios manuscritos y tres cuadernos de notas. Este legado todavía es objeto de estudio por los expertos y fuente de nuevos hallazgos teóricos. En 1998, el profesor Bruce C. Berndt, de la Universidad de Illinois (EE UU), estaba preparando una edición con diferentes escritos del genio indio. Entre los textos, hubo uno que le llamó mucho la atención y que versaba sobre formas modulares, unas funciones analíticas complejas, únicamente comprensibles para los más avezados en la materia. Berndt decidió enviar aquellas páginas repletas de signos y fórmulas a su colega, el joven matemático Ken Ono, para que las evaluara.
No en vano, leer a Ramanujan supone siempre un desafío intelectual. En la práctica equivale a resolver un acertijo, porque el matemático indio no solía escribir sus demostraciones, tan solo los resultados finales. El camino lógico y deductivo por el cual alcanzaba determinadas conclusiones no aparece por ninguna parte., Ono manifestó que «es inconcebible que Ramanujan tuviera esta intuición, pero la tuvo». También Freeman Dyson, del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (EE UU), se sumó a idéntico sentimiento de admiración, expresando que el indio manejaba «algún tipo de truco de magia que no entendemos». La obra de Ramanujan siempre ha causado una absoluta perplejidad a los expertos. Resulta algo fuera de lo común y, sin embargo, acorde con la realidad, puesto que el tiempo y el esfuerzo de otros matemáticos han ido paulatinamente verificando sus planteamientos más audaces. A la vez, todos están de acuerdo en que su mente no operaba del mismo modo que la del resto. Ariel Bleicher resume esta singularidad en la revista , afirmando que «nadie acierta a entender cómo llegaba Ramanujan a las conclusiones que escribía (…) Todo matemático respalda sus conclusiones con demostraciones (…) Pero Ramanujan no se tomaba tales molestias. Llenaba páginas y páginas con interminables listas de teoremas y cálculos y rara vez se detenía a explicar cómo había llegado a los mismos. Solo tres de sus cuadernos contienen más de 3.000 conclusiones de este tipo sobre la naturaleza de los números, que, después de su muerte, han dado mucho trabajo a quienes han intentado demostrarlas».
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