EL DEPREDADOR VAMPIRO DE TENERIFE
a mañana del 29 de abril de 1979 discurría con toda normalidad para los vecinos que vivían en las cercanías de la planta de áridos ubicada al pie de la montaña de Taco. Sin embargo, el guardián y el encargado de la misma se encontraron con un desagradable cuadro: uno de sus perros guardianes, un fiero pastor alemán de casi un año de edad, muy desarrollado y con una complexión corpulenta, yacía sin vida a veinte metros de donde estaba encadenado, tras la carrocería de un coche abandonado. El desconcierto inicial se transformó en asombro y temor al comprobar que el animal no presentaba heridas indicativas de lucha ni síntomas de envenenamiento,
