SOCIEDADES SECRETASY OCULTISMO EN LA URSS
Desde tiempos inmemoriales Rusia ha sido una tierra de chamanes, brujos y hechiceros. La mitología eslava es muy fértil en deidades y criaturas fantásticas, demonios y vampiros –upir–. A pesar de la conversión del país al cristianismo ortodoxo bajo el príncipe Vladimir I de Kiev en 988, el paganismo siguió vigente hasta la actualidad, con un revival de neopaganismo en pleno auge bajo la llamada la Rodnoveria.
Por otra parte, astrólogos, alquimistas, médiums y místicos han estado en estrecha relación con las más altas esferas del poder ruso. Eran prácticamente una institución. Así, Iván IV «el Terrible», el primer soberano que ostentó el título de zar en 1547, estaba asesorado por toda una caterva de monjes nigromantes, astrólogos y videntes. Uno de ellos, el adivino y astrólogo de origen holandés Eliseus Bomel o Bomelius, destacó por sus predicciones y fue el consejero más preciado del monarca… antes de ser despiadadamente degollado por orden suya, sospechoso de traición en connivencia con potencias extranjeras.
Bajo Nicolás II Romanov, el último zar, el célebre monje Rasputín tuvo una considerable influencia sobre la familia imperial hasta su asesinato en 1916, orquestado por el príncipe Félix Yusúpov en el preámbulo de la Revolución Rusa.
PERIODO PRERREVOLUCIONARIO
Si bien en un primer momento, la revolución bolchevique y la dictadura comunista censuraron y persiguieron las doctrinas y prácticas esotéricas –además de a la Iglesia ortodoxa–, luego las asimilaron en el ámbito de las decisiones del Estado y las siguieron manteniendo en el más absoluto secreto. De hecho, gran parte de los símbolos de la parafernalia comunista en la antigua
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