LA GRAN RESISTENTE
Tenía unos grandes ojos azules. De aspecto frágil, ante el teclado de un piano se transformaba en un gigante poderoso. Era Clara Schumann. Gracias a su éxito entre el público y la crítica, la música de su marido, Robert Schumann, alcanzó a un espectro amplio de melómanos, lo que de otro modo hubiera sido complicado para alguien tan falto de habilidades sociales como él.
Clara Schumann, una niña prodigio modelada por las ansias de gloria de su padre, Friedrich Wieck, nació el 13 de septiembre de 1819 en Leipzig. La ciudad prusiana era un centro cultural de primera magnitud que, desde 1743, contaba con un recinto de conciertos, el Grosse Concert, luego conocido como Gewandhaus Concert. Clara fue una niña especial. No aprendió a hablar hasta los cuatro años y permaneció sorda a lo que se le decía hasta los ocho. Quizá ese encierro en un mundo propio se debiera a la tensión que se respiraba en el hogar a causa de un padre malhumorado, que a menudo insultaba a su mujer, Marianne Tromlitz, y a sus dos hijos varones, Gustav y Alwin. Los pequeños no tenían el talento de Clara, y Wieck les hizo la vida imposible hasta que los echó de casa.
La amargura
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