Objetos de poder
Cuenta la leyenda que, para recuperar su trono en el reino de Yolco, el héroe griego Jasón viajó en compañía de sus célebres argonautas hasta Cólquida, a los pies del Cáucaso, para hacerse del vellocino de oro. Con tal nombre se conocía el cuero, que aún conservaba la lana, de un carnero mitológico llamado Krysomallos, del que se decía que tenía la facultad de otorgar el don de la profecía y aumentar la fuerza de quien se cubriera con él. Por ello, el vellocino se convirtió en uno de los bienes más preciados de la Antigüedad: un auténtico objeto de poder.
Con este nombre se conoce a aquellos elementos físicos y tangibles supuestamente capaces de acumular, generar y transmitir energía o algún tipo de cualidad especial. Y en esta definición no importa el tamaño, el origen ni la composición del objeto. De hecho, sería difícil realizar una clasificación de los mismos debido a su heterogeneidad pero, si tuviéramos que hablar de algunos de los objetos a los que hoy se les siguen atribuyendo estas cualidades, una primera y muy básica división
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