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UNA NUEVA GUERRA FRÍA

UNA TARDE PLOMIZA DE NOVIEMBRE, Atqittuq, recién electo comandante de patrulla en la comunidad ártica de Gjoa Haven, se detiene sobre el mar congelado a las afueras de la población, donde ha convocado una reunión con su equipo. El viento gélido arrastra nieve del sur y la temperatura ronda los 30°C bajo cero: frío, pero no para el Ártico. La compañía de unos 20 hombres y un puñado de mujeres inuits forman un círculo. Todos con rifles al hombro, vestidos con chaquetas de piel de caribú y pantalones de piel de oso polar cosidos a mano, o bien, con prendas comerciales convencionales. Atqittuq describe el plan del día. El grupo es parte del cuerpo de Rangers Canadienses, reservistas de las fuerzas armadas de Canadá, y Atqittuq va a encabezarlo en una patrulla en motonieve por la costa campa de la isla del Rey Guillermo, donde recibirán adiestramiento en manejo de GPS, practicarán tiro, realizarán simulacros de búsqueda y rescate, y tendrán abundantes oportunidades para cazar y pescar en hielo.

Me detengo en la periferia del círculo, mientras me retiro la escarcha de las pestañas. Estudio sus rostros y leo las cicatrices de las quemaduras por frío, pequeños distintivos honoríficos que me hablan de vidas transcurridas al aire libre en uno de los parajes más despiadados del planeta.

La reunión termina en poco tiempo y algunos encienden sus últimos cigarrillos antes de emprender el largo viaje hacia la oscuridad. Atqittuq, hombre jovial, alto y de amplia espalda, se acerca a preguntarme si me he abrigado bien. Había servido muchos años como guarda. Con actitud amistosa, me advierte que no me quede dormido durante el viaje.

Ya ha sucedido, explica. A veces, algunos caen de las motonieves y desaparecen. También me recuerda que aún no hay servicio de telefonía celular en la isla o, si a esas vamos, en ninguna parte del territorio de Nunavut, el cual es tres veces más extenso que Texas. “Si te separas por alguna razón, no te muevas de allí hasta que alguien regrese a buscarte. Y evita toparte con osos polares”.

Los Canadienses suelen ser descritos como “los ojos y oídos de Canadá en el norte”, y sus unidades han patrullado las regiones más recónditas del país desde los

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