¿Pueden estos evangelistas de la ensalada persuadir a los estadounidenses para que finalmente coman sus vegetales?
EN LA GRANJA DE BAYAS, a 30 millas al sur de Boston, el primer día de mayo amanece nublado y frío, con una llovizna que significa un paraguas más molesto que útil. Es un mal día para plantar tomates. “A los tomates realmente no les gusta estar a menos de 50 grados”, dice Jim Ward, propietario de la granja, quien tiene una complexión más sólida que sus plantas: lleva una camisa de franela arremangada y sin chamarra; sus mejillas rojizas son la única señal de que podría tener frío. Aunque el equipo de Ward está improvisando, colocando una “cubierta en cada fila”, una lona biodegradable sobre las plántulas, a medida que estas pasan del calor del invernadero al frío húmedo del suelo. “Ahí abajo hay composta que brindará un poco de calor”, explica. “Te sorprendería que bajo la cubierta el ambiente es bastante agradable”.
Todo esto es bueno para las plantas de tomate, acogedor bajo esa composta; sin embargo, en realidad no tienen otra opción. Deben plantarse hoy para que, en julio, los frutos estén listos para los miles de clientes de Sweetgreen en el área de Boston, quienes sabrán que los tomates están en su punto máximo de madurez a través del newsletter de la cadena de ensaladas o vía una app.
Para ayudar a Ward a hacer estos tomates extra sabrosos –si bien él conoce su oficio, ya que ha cultivado por más de tres décadas–, existe una especie de arma secreta alojada en el centro de la parcela: un hexágono de color naranja brillante que se encuentra sobre una estaca con forma de bate de beisbol. Dentro del dispositivo hay sensores habilitados con Wi-Fi que, cada 15 minutos, miden más de una docena de factores que podrían estar afectando a los tomates: como la temperatura del aire, humedad, luz, precipitación y velocidad del viento. Igualmente, se monitorean los niveles de fósforo, potasio, PH y nitrógeno.
Los datos se suben a la Nube y se colocan en una , una secuencia de que hace quede “.
