Rentabilidad eco
No es difícil que en tu próxima visita a un vivero para comprar semillas o plantas para tu jardín (léase, en su lugar, terraza, azotea, balcón o huerto urbano), te topes con los productos de empresas fiables como Fitoralia, empresa “especialista en plantas hortícolas certificadas ecológicas”. Encontrarás “planteles ecológicos para huerto, plantas aromáticas y culinarias ecológicas, vivaces del huerto, frutos del bosque y frutales ecológicos”, además de “semillas, fertilizantes y productos para sanidad vegetal, todos ellos certificados ecológicos”. Tu próxima visita a la frutería de la esquina, tu tienda de conveniencia favorita o la gran superficie que te resuelve la semana no obviará, en ningún caso, el adjetivo ‘ecológico’. El ‘ecobucle’ no termina en el universo vegetal, pues es posible que ese ‘apellido’ surja ligado a productos carnívoros o, ya puestos, lácteos, galletas, snacks o acuicultura.
La evidencia se impone: a ojos de muchos consumidores, lo ecológico equivale a saludable y también a más caro, con un sobreprecio que admiten asumir a cambio de esa anhelada idea de comer más sano y la indulgencia de una mayor concienciación en torno a la sostenibilidad. Hasta aquí, nuestro día a día. ¿La realidad? El marchamo ecológico implica exigencias y complicaciones para los productores, que deben repercutirlo vía precio en el consumidor, aunque, como la picaresca parece
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