El sarampión es sólo el comienzo
ISRAEL ROSMAN se ve como alguien en quien podrías confiar. Quizá sea por su rekel (un abrigo largo que portan los hombres jasídicos), el cual evoca una conexión religiosa. O podría ser su cara redonda, en la cual lleva un par de lentes igualmente redondos y una sonrisa que parece decir que le gustaría que te sentaras aquí al lado –toca el asiento de una silla con la mano– para que te explique lo que sucederá a continuación.
En octubre de 2018, un niño judío ortodoxo llegó al hospital NYU Langone, donde Rosman trabaja, con un salpullido y síntomas respiratorios. Los doctores del área de emergencias, quienes no estaban seguros de la causa específica, lo enviaron a una unidad de tratamiento con un diagnóstico de síndrome viral y enfermedad respiratoria. El niño fue llevado a través de los pasillos del hospital, potencialmente liberando partículas del virus cerca de pacientes que se encontraban ahí por fracturas, molestias estomacales o tratamientos de quimioterapia. Nadie imaginaba que la situación del niño pronto se volvería una noticia a nivel nacional, así
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