EL MANGO ALIMENTO ESTRELLA
Pequeños, con mucho hueso y parca carne, muy fibrosa y con fuerte sabor a resina. Así eran los mangos silvestres hace milenios, antes de que llamaran la atención del ser humano.
Tras muchas generaciones de cuidados, selección natural, cruces, observación y estudio, aquel fruto extraño se ha convertido en la jugosa, abundante, cremosa, dulce y nutritiva fruta que casi todos hemos podido disfrutar, sorprendidos ante tan irresistible exuberancia, golosamente fascinados con su insólito sabor, diferente a lo conocido y difícil de describir.
Su camino hasta nosotros ha sido largo desde las estribaciones del Himalaya y las tierras que rodean el golfo de Bengala; también desde la antigua Ceilán, la lágrima de la India, la tierra de los mil nombres. De allí le viene el nombre de manga, una evolución adoptada por los portugueses, de la palabra en idioma tamil man gay.
Hace casi cuatro mil años, los textos védicos hablaban del amra o rasala como una fruta de origen antiguo, la reina de las frutas. Y aunque Buda alcanzó la iluminación bajo una higuera, cuenta la tradición que se le había concedido el don de encontrar un bosquecillo de mangos donde y cuando lo deseara, pues gustaba de meditar bajo sus ramas. Por ello adornan los frescos y esculturas del complejo sagrado de Ajanta y Elora, en el centro de la India. Y simboliza para hindúes y budistas el árbol de la prosperidad, la fertilidad y el amor.
CULTIVO ARTESANAL
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