Luis Buñuel: Sus películas imprescindibles
Tal y como ocurre con otros maestros del cine, Welles, Ford, Wilder, Kubrick…, cada año que pasa el verdadero aficionado al cine echa más de menos a Luis Buñuel. No solo por su talento, sino por su capacidad para proponer al espectador desafíos que siempre iban más allá de la adoctrinadora y domesticada ración de películas-aparcamiento que nos llega cada semana a la cartelera. El término es mío y viene a señalar todo ese cine que sirve esencialmente para aparcar espectadores en la butaca durante un rato sin realmente aportarles más que un rato más o menos conseguido de evasión y entretenimiento. Buñuel era uno de esos maestros del cine cuyo trabajo se definía por ser precisamente lo contrario de una fábrica de películas para aparcarse en la butaca durante un rato.
Instigado, según él mismo declaró en alguna ocasión, por el visionado de Las tres luces, fantasía dirigida por Fritz Lang en 1921, Buñuel supo ver el cine como arte desde el primer momento, sin por ello renunciar a considerarlo como una eficaz herramienta de provocación y denuncia.
Nacido en Calanda, Aragón, en 1900, empezó su carrera tras las cámaras erigiéndose como el padre del surrealismo trasladado al cine primero, ejerciendo como guionista en la versión más perturbadora de las muchas adaptaciones cinematográficas de la obra de Edgar Allan Poe La caída de la casa Usher, dirigida por Jean Epstein, y ejerciendo posteriormente como director de dos manifiestos del surrealismo cinematográfico, Un perro andaluz (1929) y La edad de oro (1930). Pero no contento con sembrar discrepancias y hacer saltar a los burgueses ofendidos con estas obras, principio de su sistemática serie de sátiras tragicómicas sobre las sombras de la clase burguesa que iban a recorrer su cine de principio a fin, dirigió una de las películas de denuncia más demoledoras de la historia del cine, Las Hurdes (1933), donde reconstruyó la realidad con la complicidad de los habitantes del desolado lugar para poner la verdad en pantalla incluso manipulándola. Tal como él mismo reconocería sin complejos en la presentación del filme en la estadounidense Universidad de Columbia, todas las tomas de la película fueron retribuidas
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