Veinte años después de ese terror que nos paralizó, el recuerdo doloroso de esa tragedia nos ha traído una impresión melancólica: la de una sociedad que todavía era inmune a la mentira o al menos, no era indiferente a la verdad. No puedo evitar conjeturar qué efectos hubieran tenido las mentiras del gobierno de Aznar si los atentados de 2004 hubieran sido en el contexto del actual libre comercio de falsas noticias y desinformación. Que hoy ni siquiera FAES pueda reverdecer con éxito sus mentiras de entonces acerca de la autoría de ETA, puede significar un atisbo de esperanza, pero parece que el problema está en el aturdimiento del tiro en ráfaga que definió Xavier Vidal-Folch. La metralleta sirve para aturdir y no para ganar la guerra, y eso es lo que hace el PP.