Es nuestra niñez, la etapa más activa del “yo” que nos hace encaminarnos al orgullo pero esto nos puede perjudicar para alcanzar nuestro potencial en Dios. Es por esto que debemos trabajar en fortalecer nuestra humildad. Las personas humildes llegan a desarrollar y conquistar más que las personas orgullosas.
Saúl es un claro ejemplo de esta situación. A causa de su propia opinión, desobedeció a Dios y perdió. Debemos aprender a escuchar pero también a obedecer a Dios para traer bendición no solo para nosotros mismos, sino también a los que nos rodean.

Las personas orgullosas solo piensan en el “yo” pero las personas humildes piensan en el bien en común de los que les aman.

Tiempo es de reconocer nuestros errores y pedir a Dios que nos ayude a dejar el “yo” y cambiarlo por el quiero aprender a hacer tu voluntad para vencer mi orgullo.