Si de verdad hay una película que refleja lo que era el cine de los ochenta, esa es sin duda “Las Aventuras de Buckaroo Banzai a Través de la Octava Dimensión” (1984). Y no porque en ella se vea cómo eran los ochenta de verdad (que también) sino porque recoge el espíritu, con sus virtudes y sus defectos, de mucho del cine de esa década.

Y es que, por un lado, tenemos a un héroe heredero de las revistas “Pulp”, con un pasado tormentoso sin aclarar (aunque en realidad a nadie le importa); por otro lado, tenemos un experimento científico fallido (o no, según se mire), dirigido por un “mad doctor” o investigador chiflado; tenemos también un grupo de extraterrestres de otra dimensión (o de otro planeta, no está muy claro); una chica amnésica pero muy mona; y un sinfín de trepidantes aventuras sin sentido y con explicaciones apresuradas. Todo eso, mezclado con una música molona y mucho desparpajo, es lo que encontramos al meter Buckaroo Banzai en nuestro reproductor de VHS. Una película sin complejos, en la que se implicaron grandes nombres y figuras muy reconocibles en la época, pero que resultó todo un “bluff” en el momento de su estreno.

Peter Weller, antes ser Robocop, se pasea por la película con sus chaquetas con hombreras, cuellos alzados y corbatas torcidas, con la actitud de un dandy. A este filántropo rockero, que hace de todo y que además todo lo hace bien, le acompañan Jeff Goldblum (sí, otra vez en Remake), Lewis Smith, Clancy Brown, Pepe Serna… y otros cuantos más. No podemos olvidarnos de Ellen Barkin, rubia sexy y algo atolondrada, como es de rigor en la época, y de los villanos un histriónico John Lithgow, secundado por Christopher Lloyd y Vincent Schiavelli como alienígenas lagartinianos del Planeta 10.

En Remake a los 80 analizamos cómo surgieron estas ideas descabelladas, y cómo WD Richter a la dirección y Earl Mac Rauch al guión, lograron engatusar a David Begelman para llevarlas a cabo. Hablamos de la magia de esta película, y que logró fichar a gente como J. Michael Riva en el diseño de producción, y a genios como Jordan Cronenweth en la fotografía (aunque fue sustituido por el solvente Fred J. Koenekamp al poco de comenzar). Analizamos el fantabuloso trabajo de vestuario, la música que pone a bailar a todo quisque y los adorables efectos especiales, propios de una serie B japonesa.

Los guiños, referencias, homenajes, parodias y gags se suceden a gran velocidad, ofreciendo un producto más que disfrutable.

Para no ser menos, el equipo del programa ha dejado dos “easter egg” o “huevos de Pascua” en forma de gazapos o datos inventados, para que el oyente que los descubra y nos los diga por mensaje privado en cualquier de nuestras redes, entre en un sorteo de una camiseta remaker!

En todo este devaneo, contamos con la inestimable ayuda del fiel remaker, el señor Vele González, que aporta y colabora con el equipo habitual del programa. Así, el pequeño Javi García, acude al estudio provisto de su chaleco y tubo de respiración, mientras que el estrafalario y poseído científico Óscar Cabrera hace de las suyas dibujando en las paredes al ritmo de Wagner, todo bajo la atenta mirada, a través de sus fantásticas gafas de plástico de burbujillas, del Perfecto Juan Pablo Molina. A los mandos de la nave, el Lectroide negro, Fran Delgado, lucha por llevar de vuelta el programa a la dimensión que le corresponde. La dimensión de Buckaroo Banzai. La dimensión de la leyenda.
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